miércoles, 17 de septiembre de 2014

Gaza es una estadística

Gaza es una estadística
Cifras acumuladas sobre tumbas y deshechos
Y hay quien no entiende
Muchos no entienden
Desconocen la lógica, malvada o angelical, que encauza y mueve una generación tras otra a una guerra más que larga, infinita.
Entonces hay que ir a los números
Leer las cifras como  ciego que con su bastón se hace camino.

495 niños desplantados de cuajo contra 64 soldados israelíes muertos
253 mujeres masacradas contra 64 soldados israelíes muertos
95 ancianos tapiados contra 64 soldados israelíes muertos
1261 hombres asesinados  contra 64 soldados israelíes muertos
      10196 heridos contra 64 soldados israelíes muertos

Pero hay gente que no sabe quién es culpable o inocente

Pocos descifraron  a  Golda Meir cuando dijo
“Podemos perdonar que los árabes maten a nuestros hijos, pero jamás les perdonaremos que nos obliguen a matar a los suyos"

¿Quién y cómo se obliga a matar a un  niño?
¿Qué clase de amenaza justifica segar con crueldad la vida de 495 niños?
No lo entenderemos nunca.
¿Quién digiere la certeza de Benjamin Netanyahu que hace inevitables las víctimas civiles en Gaza?

¿Cuándo, ¡Oh Iahvé! es inevitable una muerte?
¿Quién fuerza a la mano asesina a descargar su poder sobre los débiles y los inocentes?
Quizás sea imposible entender
Dicen que Hamás usa civiles como escudos humanos
Si así fuese ¿quién obliga a romper el escudo?
¿Cual amenaza se encarna en 2104 hombres mujeres niños ancianos heridos civiles desarmados inocentes refugiados hambrientos desnudos aterrados sedientos llorosos enfermos perseguidos discriminados confinados bloqueados desplazados muertos?
No hay fuerza ni arma que justifique semejante desproporción
La muerte, con ser quien es, nunca fue tan sectaria a la hora de elegir a sus víctimas.
¿Qué es lo que hay que entender?
¿Qué es lo que debe ser explicado?
¿Es  necesario meterse a fondo en los pormenores de un conflicto ya casi intemporal para saber de cual lado está la razón?
Cierto es que hay una razón que está siempre del lado del poderoso
Pero no es esa la que nos interesa
Palestina existe aunque no se le nombre
Tal vez usted o yo no tengamos ánimo para ahondar en la historia, en el despojo, en la colonización, en la discriminación, en el derecho internacional.
Entonces bastarán las cifras para saber de qué lado está la razón y de qué lado la mano criminal.
Al fin y al cabo
Gaza es una estadística.



jueves, 1 de mayo de 2014

¿Quien censura a Shirley Varnagy?




Confieso que no me cae bien, desde hace rato, esta catira al parecer más oxigenada que real, aunque nada de eso me conste ni venga a cuento. La razón es simple: no me merece respeto alguien que con un monótono close up resalte con tanta insistencia, cada vez que arranca un programa, su pelo rubio, la blancura de su tez y sus ojitos azules que, otra vez, vaya usted a saber si son de verdad o de vidrio. Es como si dijera, mirenme bien, soy periodista pero soy además igualita a la Barbie
Pero como me opongo radicalmente a la censura, me dispuse a ver la entrevista completa que le hizo a Mario Vargas Llosa en Globovisión; entrevista que según la distinguida catira fue censurada, razón por la cual renunció a ese canal.
En mi criterio, Varnagy es una periodista inteligentemente average, o sea, sus entrevistas no están mal, pero no hay que esperar mucho de ellas pues son bastante previsibles.
En cuanto a Vargas Llosa, baste con decir que estuvo comedido. Habló comedidamente como hombre de derecha. Argumentó modosamente desde un pensamiento de derecha. Y, en conclusión, no aportó nada nuevo ni en la forma ni en el fondo, como nos gusta decir a los críticos literarios.
¿A quien, pues, le podría haber interesado censurar una entrevista que de otro modo habría sido olvidada en menos tiempo de lo que dura una cuña de pañales desechables?
Sin dudas no al gobierno. En los días que corren, podemos escuchar toneladas –porque la basura pesa- de estupideces mucho más agresivas y definitivamente peor dichas que el discurso más o menos inocuo, por repetido y gastado, de Vargas Llosa, sin que el gobierno ande por allí eliminando o recortando programitas de televisión o artículos de prensa
Por otro lado, es cierto, y me consta por experiencia propia, que algunos medios de comunicación privados que viven del Gobierno, y digo viven para resaltar la motivación monetaria, porque no necesariamente lo apoyan en lo político, suelen ser más papistas que el papa y tienen una tendencia evidente a suprimir todo lo que, en su criterio, pudiese interponerse entre ellos y el patrocinio de los entes gubernamentales.  No parece ese tampoco el caso de Globovisión donde la publicidad oficial es más bien escasa.
He visto en dos ocasiones la  parte de la entrevista supuestamente censurada y  no encuentro motivo para una decisión semejante. Se me ocurren dos posibilidades como explicación alterna: o Globovisión aprovechó la cadena oficial que interrumpió la entrevista para cortar el programa de la Varnagy y provocar que se fuera del Canal o, distinto pero lo mismo, la rubia autoexotizada aprovechó la ocasión para armar un show y hacer lo que tenía previsto,es decir, irse de Globovisión.
No estoy, en fin, excluyendo la posibilidad de que en efecto haya habido censura. Pero si alguien decidió semejante estupidez deberá felicitarse por haberle dado alas a dos pajarracos que, al menos en esta ocasión, no habrían levantado vuelo ni con el aletear de las pestañas de Shirley sobre los ojitos azules de lo que tanto se precia




miércoles, 23 de abril de 2014

Gabo: joder, joder hasta la hora de perecer




Quien desconozca el  verbo joder, y su correspondiente sustantivo joda, estará en precarias condiciones a la hora de leer la obra de Gabriel García Márquez. Y es que el cacareadísimo asunto del realismo mágico, y su consanguíneo real maravilloso, es totalmente incomprensible si no se tiene en cuenta la pulsión central del texto, es decir, el humor. Pero la joda no es simple humor, es humor de calle. Joda irreverente e insurrecta, como todo humor, pero dispuesta a buscar su propio camino a la hora de hacerse presente en el discurso; a la hora de verificar  o falsificar  -que ambas cosas pueden ser  no sólo posibles sino simultáneas- la supuesta objetividad de ese entramado de suposiciones que llamamos realidad.
Entrenado en la jodencia, a García Márquez le resultó inviable, separar la jodedera de su escritura de la del Gabo de carne y hueso.
Su espíritu de jodedor se manifestó sin pausa a lo largo de su existencia. Sucede en su obra como queda dicho, donde a los asuntos más escabrosos se les deja siempre una hendija que inexorablemente conduce a la risa. Y ocurre en su vida personal, con decisiones como, por ejemplo, la de no renegar de su amistad con Fidel Castro, muy a pesar de cuantos pensasen que el escritor terminaría jodido por andar en lo que ellos consideraban malas juntas.
De los venezolanos dijo alguna vez que son cojonudos y mamadores de gallo. Pues resulta que incluso muerto, y como prueba de su propia capacidad de mamar gallo, al Gabo se le ha ocurrido, nada más y nada menos, que poner a dos de los presidentes más abiertamente de derechas del continente, a propinarle loas en el Palacio de Bellas Artes de México, a él que no cesó nunca de verlos con ojeriza, desconfianza y sorna.
¡Hay que ser muy jodedor!

Si yo fuera Dios



Confieso que cada día creo menos en Dios, casi tan poco como los miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana. Pero no puedo negar que de tanto en tanto, en una fantasía absolutamente infantil, me imagino que soy Dios y les doy tremendo susto a esos jefazos de la CEV que, tan pagados de sí mismos, echaron difinitivamente al olvido la fe y la conciencia que alguna vez tuvieron. Suponiendo, claro está, que en un momento de su vida hayan estado, efectivamente, imbuidos de una elemental y humana buena fe.
Y es que no hace falta compartir o disentir de la postura política (iba a decir pensamiento político pero sería excesivo) de esta mínima parte del clero, para entender que estos señores han decidido, sin empacho alguno, encarnar ortodoxamente el rol ancestral de la jerarquía religiosa, es decir, la defensa a ultranza de los intereses y privilegios de las élites. Eso sí, siempre en nombre de los pobres, reunidos éstos, cual manada, bajo la denominación genérica de rebaño del Señor.
Basta recordar, en estos días de conmemoración, con cuanta alegría y confianza firmaron el decreto de Carmona, como si el mismísimo Dios les hubiese alcanzado la pluma desde las alturas. O el orgullo sonreído con el que se empinaban los whiskies en Miraflores.
Y hace días apenas volvieron a las andadas con una defensa de las guarimbas que que es una perla del idioma, de tan sinuoso que les quedó el asuntillo de defender la violencia en nombre de la paz.
Después de tantos años, décadas, el niño seminarista que llevo escondido en un rincón del alma, como dice el bolero, se subleva frente a esos asaltos a la inocencia religiosa de tanta gente que aún osa creer.
Como aquel personaje que agradecía a Dios por ser ateo, debo dar gracias a Dios por haberme sacado del trance de terminar pensando como estos ilustres jerarcas (nunca mejor elegido el sustantivo) de la iglesia.