jueves, 3 de enero de 2013

Guernica



En una sala del Museo Reina Sofía, en Madrid, una sola pintura gigantesca, ocupa  la más amplia de las paredes. Una cadena marca el sitio hasta donde puede acercarse el público para observar el cuadro. Curiosamente, la gente elige ubicarse a una distancia de unos dos metros de esa cadena, como si temiera una proximidad excesiva con el panorama de terror expuesto al otro lado de la barrera de eslabones.
Es el Guernica de Pablo Picasso. Lo había visto muchas veces en reproducciones y me convenzo ahora de que no puede haber reproducción alguna capaz de transmitir la crueldad, la tristeza, la indefensión y la angustia que se desprenden de esa mole de siete metros de largo en la que gritos ahogados, sangre, penar y muerte se combinan en un lenguaje perceptible solo a través de los poros.
El Guernica forma parte de la exhibición permanente del Reina Sofía, pero en está ocasión se encuentra asociado a una exposición transitoria que lleva por nombre “Encuentro con los años 30”, en el marco de la cual se hace un muy interesante recorrido artístico y documental por la guerra civil española.
Como es sabido, Picasso pintó el Guernica teniendo como referencia y punto de partida el bombardeo llevado a cabo por la aviación de la Alemania nazi sobre el pueblo vasco del mismo nombre. En ese entonces, la República Española agonizaba bajo el asedio de las fuerzas franquistas que finalmente vencerían e instalarían, a continuación, un régimen dictatorial y de terror que duraría hasta la muerte del, así llamado,  caudillo de España.  
De modo que esa exposición sobre los años 30 es sin duda el contexto apropiado para acercarse al Guernica. Para cuando llegue al impresionante lienzo de Picasso, el visitante se habrá paseado por publicaciones y fotografías que relatan minuciosamente la crueldad de una guerra que enfrentó  un proyecto popular y humanista  contra las fuerzas más oscuras y retrógradas del momento; fuerzas encarnadas en la alianza de España con la Alemania nazi y la Italia fascista.
De pie frente a esa representación panorámica del dolor y la muerte que es el Guernica, el visitante no dejará de percibir la ironía implícita en el hecho de que semejante obra de denuncia de la crueldad del franquismo, entonces incipiente, se exponga en un museo cuya existencia deriva de la derrota de la República. En efecto, la monarquía, como forma de organización política, fue en su momento una de las banderas de la insurgencia antirrepublicana. Y su misma vigencia en la España de hoy se hizo posible gracias a la voluntad del propio Franco al momento de morir.
De modo que no importa cuan agraciada pueda parecerles a alguno la reina española con cuyo nombre se bautizó al museo donde se exhibe el Guernica, lo cierto es que de saberlo Picasso, seguramente estaría intentando borrar con sus pinceles una historia que de tal modo falsea los propósitos de su voluntad creadora, al tiempo que permite que la más política de sus obras pueda ser apropiada y exhibida con verdadero orgullo por los mismos a quienes directa o indirectamente esa obra denuncia.




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