Lo primero sería llamarlas
por su nombre, es decir, Jesús Enrique Lossada en vez de JEL. Un intelectual
tan valioso y por demás atildado como Lossada no merece que se le asimile a un
empaste para el pelo. El asunto habrá tenido su inicio en la ignorancia de
algún espécimen político, quien puesto frente a la abreviatura JEL no tuvo ni
la menor idea del significado de tales siglas. Supongo que la pereza mental y
la incuria terminaron por solidificar el error de allí en adelante. A
nadie sorprendería si incluso un buen
número de quienes disfrutan de esas becas ignorasen que esas tres letras aluden
a Jesús Enrique Lossada y supiesen poco
o nada de su vida y obra. Así pues, para reivindicar la figura de quien logró
la reapertura de la Universidad del Zulia, además de ser autor de una abultada
obra literaria y filosófica, las referidas becas, y la fundación que las
administra, deberían enunciarse siempre con el nombre completo de su epónimo.
Cabe preguntarse, también,
si lo sensato es mantener esa enorme transferencia de recursos del sector
público a las manos de un grupo de empresarios de la educación, que no
educadores, con las salvedades del caso. De hecho, las infaltables malas
lenguas afirmaron en su momento, que fue el dueño de una de las universidades
beneficiadas quien le dio la idea de este programa de becas a Manuel Rosales.
Sea tal especie cierta o falsa, lo innegable es que dicho programa fue el
camino que Rosales encontró para salirle al paso a iniciativas del Gobierno
Nacional como la Misión Rivas y la Misión Sucre. En todo caso, lo que hay que
preguntarse ahora es si tiene sentido seguir enriqueciendo a unos pocos con
recursos que bien pudieran invertirse en fortalecer el sistema de educación
pública.
¿Y qué decir de la
calidad de la educación impartida? A estas alturas no quedará nadie, en el
Zulia y en el país todo, que no conozca el cuento del summa cum laude concedido
a nuestra culta alcaldesa, a modo de contraprestación por los favores
concedidos. Nada más indicativo de cual
es el motor que mueve tanta mística pedagógica.
Pero más allá de la
competencia profesional de los egresados, de la cual, a decir verdad, tampoco
podemos estar muy orgullosos en el caso de la educación pública, hay que
preguntarse por los valores y la visión del mundo que allí se inculca y
ponderar si eso es compatible con los propósitos del proceso bolivariano.
Si lo anterior no
fuese suficiente para que se reconsidere la pertinencia del programa en
cuestión, recuérdese entonces la recién destapada olla de miles de becas
concedidas por el saliente gobernador del Estado sin que se cumpliera con los
requisitos del caso, como quien arroja caramelos en un desfile de carnaval.
Nunca encontraremos mejor prueba de que lo que se concibió desde un principio
no fue un programa de ayuda para jóvenes excluidos del sistema educativo, sino
un mecanismo proselitista que permitiese además, transferir centenares de
millones del sector público al privado.
El ahora gobernador
Arias Cárdenas estaba en lo cierto cuando, aún candidato, apuntó a la Misión
Sucre como la alternativa lógica para las becas Jesús Enrique Lossada, aunque
seguramente aquél no era el mejor momento para decirlo, dado el uso politiquero
que la oposición le daría al tema, como en efecto lo hizo, durante la recién
concluida campaña electoral.
El compromiso
adquirido con los ciudadanos que ya tienen una beca hay que cumplirlo hasta sus
extremos; pero, de allí en adelante, el Gobierno del Zulia no debería sentirse
en la obligación de seguir llenándole las arcas a nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario