martes, 9 de abril de 2013

Promocion de la lectura: el problema no son los niños



La reciéntemente finalizada Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN), que se llevó a cabo en Caracas del 13 al 20 de este mismo mes,  estuvo dedicada al tema de la promoción de la lectura. Tuve allí la oportunidad de escuchar más de una intervención en las cuales, especialistas en la materia, exponían su teorías o sus experiencias con relacón a lo que debe hacerse para estimular el hábito de leer.
Lo primero que el oyente de tales intervenciones saca en claro es que hay una terminología ya establecida que se repite de un experto a otro. Esa teminología incluye siempre palabras como entusiasmo, amor, creatividad, imaginación y, por supuesto, libertad.La propuesta suele consistir en que un promotor con suficiente entusiasmo por la empresa que se propone, es capaz de despertar en el niño el amor por la lectura, gracias a que este dispone de un caudal imaginativo y por ende una creatividad en estado virgen que le abren las puertas al disfrute y la comprensión de lo leído.
No hay razón alguna para dudar de tal propuesta. Sin dudas hay seres dotados de una especialísima capacidad, algo así como un don innato, para lograr la magia de trasmitir a otros su propio amor por los libros. Y no es menos cierto que las experiencias que emprenden suelen mostrar resultados sorprendentes entre el grupo de niños, y también de jóvenes, que se ponen a su alcance.
Pero el problema no son los niños. Siendo maleables como son, igual podrían estimularse con cuentos, poesías o novelas que con Bob Esponja. Claro que lo literatura los salvaría de la inevitable estupidización producto del Esponja o de cualquiera de sus congéneres.
El problema, en mi criterio, es lo que suelo llamar los vectores. Al igual que la mayoría de los virus y las bacterias, que necesitan un medio de transporte que les permita diseminarse, el amor por la lectura necesita unos transmisores que no pueden ser solamente quienes, intencional y voluntariamente, han elegido convertirse en promotores de la misma.
El plan nacional de lectura debería enfocarse en los adultos, y especialmente en aquellos que, por el tipo de labor que realizan, están en la posibilidad de producir un efecto multiplicador, vale decir, los maestros. Sabemos a ciencia cierta que ser maestro y ser lector no son condiciones que vayan necesariamente unidas. Un plan conjunto de los Ministerios de  Educación y Cultura, podría organizar todo tipo de actividades para los maestros, en su tiempo y lugar de trabajo, con el objetivo de transmitir, de contagiar, hasta donde ello sea posible, ese don del que se habló líneas arriba.
Otro tanto podría hacerse en el caso de los padres. De hecho, sé de al menos una iniciativa dirigida a un grupo de madres con el objetivo de despertar en ellas el interés por la lectura, hábito que una vez adquirido, se trasmintiría de modo natural a sus hijos.
El problema son los padres y los maestros que no leen. Si se lograra revertir esa situación, seguramente ya no tendríamos que preocuparnos por los Bobs Esponjas que con inaudita eficiencia absorben hoy los sesos de nuestros muchachos.

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