No deja de
sorprender el empeño de la oposición en resaltar que Nicolás Maduro no tiene
título universitario. Y les parece que con ese argumento dejan a la humanidad
entera muda y convencida, además, de que Maduro no tiene las condiciones para
ser presidente.
Como suele suceder
desde los tiempos de Carlos Andrés Pérez, la oposición se autosuicida por
enésima vez cuando entra en esta materia, lo cual prueba, para darles un punto
a favor, que si no son duros de matar, por lo menos les cuesta morir.
Los abogados con los
que cuentan deberían recordarles que la propia Constitución de 1961, la que
ellos redactaron, establecía de modo taxativo que para ser elegido Presidente de la República
se requiere ser venezolano por nacimiento, mayor de treinta años y de estado
seglar. Eso y nada más que eso. La Constitución de 1999 añadió a los requisitos
anteriores los de no poseer otra nacionalidad y no estar sometido a condena
mediante sentencia definitivamente firme.
Pero si eso no fuese
suficiente, les debería bastar con recordar que varios de los presidentes de la cuarta
república no tenían el ahora tan ponderado título. No lo tuvo Betancourt, ni
Carlos Andrés Pérez, ni el mismísimo Rómulo Gallegos. Y ni hablar de algunos de
los candidatos propuestos para el cargo, de quienes se solía decir, en plan de
darles una ayudita, que se habían graduado en la universidad de la vida.
Como sea, la idea
según la cual aquellos que hubiesen recibido una educación formal eran capaces
de hacer mejores gobiernos que quienes no la tuvieren es un concepto desechado
hace más de un siglo. El asunto no es de títulos sino de cuáles son los
intereses que se defienden. En Venezuela tuvimos un ejemplo clarísimo de hasta
dónde puede llegar una tecnocracia muy pagada de sí misma durante el gobierno
de Carlos Andrés Pérez. El entonces presidente se rodeó de aquellos conspicuos
personajillos, con Miguelito Rodríguez a la cabeza, responsables de propinarle
al país el famoso paquetazo neoliberal que adobaron y justificaron con sus
títulos universitarios.
Así pues, el mentado
autosuicidio de la oposición se ejecuta por dos vías en paralelo: atacando a
Nicolás Maduro con semejante argumento, asoman un elitismo que predispone en su
contra a una amplia capa de la población, que sin haberse graduado en
universidad alguna, se siente capaz y con derecho para ejercer cualquier cargo
de acuerdo con las disposiciones constitucionales.
En segundo lugar, si
lo que pretenden con semejante estrategia es proyectar a su candidato como un
individuo mejor preparado que Maduro para ejercer la primera magistratura,
deberían entonces empeñarse en que el susodicho, cuando menos, estudiara otra
carrera en una universidad seria. Por lo
que se sabe y por lo que se ve, el título que hasta hoy ostenta podría, en el
mejor de los casos, calificarlo para trabajar en un bufete dirigido por Blanca
Ibáñez, otra titulada de la misma universidad.
No cabe duda de que
el estudio y el talento cuentan, pero no hay titulo universitario que garantice
ninguno de los dos. Los antiguos la sabían muy bien, no en balde el famoso lema
de la Universidad de Salamanca, quod natura non dat Salmantica non praestat. Es
decir, lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta.
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