jueves, 27 de junio de 2013

Toga y billete


Ciertos sectores de la academia solo se acuerdan de la toga cuando pelean por billete. En tales casos nunca falta quien desempolve su medieval ropón negro y salga a la calle a lucir una dedicación a la universidad y un interés por la investigación difíciles de ver en condiciones normales.
Hacen bien, sobre todo en estos días, pues la toga no sirve para otra cosa que para resaltar la condición de elegido o perteneciente a un grupo privilegiado, que para nada distinto se implementó en la antigüedad esto de la toga. En tiempos como este, cuando se acaba de aprobar una normativa laboral que agrupa a todos los trabajadores universitarios, incluidos los docentes, nada mejor que resaltar cuan distintos son estos últimos como argumento para oponerse a esa normativa que trae aparejado, dicho sea de paso, el mejor aumento de salario del que este escribidor tenga memoria.
De modo que la bendita toga deja de ser elemento de un acto protocolar, bastante pavoso por cierto,  bueno para que quienes se gradúan tengan unas fotos que mostrar a sus nietos en algunas décadas, para convertirse en instrumento de cuanto show se les ocurra a los aguerridos dirigentes gremiales y a las no menos aguerridas autoridades rectorales.
En la Universidad del Zulia, por ejemplo, hemos tenido desde juicios sumarios hasta procesiones, adobado todo con intelectualísimas togas que destacan cuan densa y profunda ha sido la reflexión y el compromiso que acompañan tales actos.
En lo atinente al juicio bufo, que no sumario, con asistencia de las autoridades, al que se sometió al ministro Pedro Calzadilla, se habrá llevado a cabo, entre otras motivaciones, para que por fin la Universidad del Zulia ganara un pleito legal. Ha sido una tradición de largos años, muy comentada en los pasillos universitarios, que nunca hubo un juicio que se entablase contra nuestra Alma Mater que esta no perdiese. Los abogados de esos juicios seguramente actuarían como los involucrados en la bufonada que comentamos, quienes demostraron tener una significativa capacidad para la manipulación y el humor de galería. Cabe preguntarse si a nadie se le ocurrió que semejante espectáculo hubiese sido una oportunidad excelente para exponer en profundidad los análisis de la situación nacional que, sospecha uno, sustentan las actuaciones de estos líderes académicos.
Pero no, eso hubiese sido muy científico, y sucede que la tan cacareada ciencia no es moneda corriente en la universidad que tenemos. Al menos no dentro del paradigma de ciencia que se maneja comúnmente en otras partes.   Aquí parece que elegimos un paradigma cuyo apoyo epistemológico es la risoterapia y la manipulación religiosa. De allí la vistosa procesión con réplica de la Chinita incluida, de la que fuimos testigos con la piadosa participación de unos cuantos togados. Todo gracias a la cómplice generosidad de la autoridad eclesiástica que administra el destino de las imágenes de la Chinita.
Que nadie se engañe sin embargo: no se trata solo de toga y billete sino de toga y política, de toga y desestabilización. Por ello no se llama a asamblea para que los profesores decidan el destino del paro.
No se les cumplirán los deseos, aunque siempre podrán llamar a un chimbanguele y pedir a San Benito que les haga el milagro.





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