Alexis Fernández ha
escrito más que una novela una epopeya. La epopeya incorpora los fundamentos de
la constitución histórica, cultural y anímica de un pueblo. De modo que, a
pesar de que los hechos que narra se sitúan en un pasado remoto, tales hechos son
en verdad elementos activos de la razón de ser del conglomerado humano al que atañen.
Se suele afirmar que
la epopeya puede estar escrita en verso o en prosa. Alexis Fernández ha hecho
una justa combinación de ambos géneros al producir una prosa cuyo carácter
poético es capaz de ampliar sus significados hasta más allá de lo realistamente
descrito o lo sucintamente narrado.
En principio, el
centro del discurso de La casa de la bahía es la figura de
Manuel Trujillo Durán, ese zuliano avispadísimo que a finales del siglo XIX,
mostró a los asombrados marabinos, producidas por su propio ingenio, las
primeras tomas cinematográficas hechas en Venezuela. Y sin embargo, sin negar
la trascendencia de Trujillo Durán en la historia zuliana y su rol principal en el texto de Alexis Fernández, me parece que
en realidad esa figura funciona en el libro más como catapulta de un intento que
excede en mucho la reconstrucción novelada de la vida de un personaje de
indudable importancia.
Si se hubiese
tratado solo de Manuel Trujillo Durán, probablemente nos hubiésemos topado con
una de esas crónicas en las que con un lenguaje más o menos elemental, se
recoge un anecdotario que a juicio del autor reivindica al personaje como
elemento importante de la así llamada zulianidad.
No hay nada de eso
en el texto de Alexis Fernández. Lo impide en primer lugar el ya aludido
lenguaje poético que el autor ha venido cultivando a lo largo de toda su obra,
y que hace inviable una lectura plana y unívoca, como suele suceder en algunas
crónicas sin condimento ni alma.
Pero además, Fernández
ha llevado adelante la construcción de una experiencia hipertextual, como hace
mucho no veíamos en un material impreso. Para ello ha incluido una serie de elementos
que se despliegan frente a la mirada del lector como una pantalla por donde transita
mucho más que la vida de Manuel Trujillo Durán. De hecho, lo que se despliega
frente a nuestros ojos es el discurrir de un tiempo en el cual se fragua nuestra
identidad como pueblo, como región, e incluso como país todo.
Fotografías, anuncios,
facsímiles de periódicos, programas de mano, mapas, portadas de libros, viñetas
y caricaturas exceden la mera función de ilustrar un texto verbal y son ellos
mismos componentes de un hipertexto en cuyos
códigos se funde y acrisola un pasado que nos constituye aquí y ahora. Lo
narrado y visto en esta obra puede que nos resulte distante en el tiempo, pero
es imposible que nos resulte ajeno.
Así pues, la
peripecia de Trujillo Durán, sus travesuras, sus emprendimientos, sus viajes y
sus desazones, su relación con el entorno, su manera de enfrentar la vida, e
incluso la muerte, cuentan realmente un proceso mediante el cual hemos llegado
a ser lo que hoy somos. Nos muestra cuan antigua es nuestra contemporaneidad.
No otra cosa es la función de la epopeya.
Fernández, Alexis. La casa de la bahía. Maracaibo, PDVSA,
2013.
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