Udón Pérez puede que tenga el dudoso honor de haber sido, hasta hoy, el más
decorativo de los poetas zulianos. Y sin embargo, tal afirmación solo se sostiene
si no se ha leído Oro rojo, seguramente el último poema de su vida.
Se trata de un poema narrativo donde se despliega una espléndida panorámica
del arranque de la explotación petrolera en el Zulia. La sorpresa reside en que quien hasta ese momento nos
había acostumbrado a una poesía más o menos convencional, se involucra
repentinamente, y desde una perspectiva crítica y de cuestionamiento, en un evento
histórico que signará en lo sucesivo el destino de Venezuela.
Como si hubiese leído al Uslar Pietri que mucho tiempo después convocaría a
sembrar el petróleo o al Juan Pablo Pérez Alfonso que alertaría sobre los
efectos nocivos del estiércol del diablo, Udón Pérez desdeña la nueva riqueza como motor de progreso; al
tiempo que se lamenta por el sacudón que
la industria produce en el país con efectos como el éxodo rural y el abandono
de formas de vida tradicionales.
En Oro rojo, las relaciones de trabajo entre el criollo y el extranjero, la discriminación y la crueldad ejercida por los adelantados de
las compañías petroleras, se describen en un inédito tono de denuncia. Udón
Pérez escribe, a conciencia, un panfleto del cual seguramente esperaba que incidiese
de algún modo en la situación planteada. Y si es verdad que no descuida sus
estrategias de calidad estética, no lo es menos que estamos frente a un
análisis lúcido y pormenorizado del proceso de implantación de la industria
petrolera. Udón Pérez es, por ejemplo, el primero que en una fecha tan temprana
como 1926 incita abiertamente a la
huelga petrolera. Piénsese que en ese momento muy pocos podían siquiera
imaginar un hecho semejante, dada la fuerza del régimen gomecista y las aún muy
nuevas esperanzas de progreso y redención social depositadas en la naciente
industria.
Para Udón Pérez, se trata de un asunto de soberanía. Y para exponer su
punto de vista, identifica alegóricamente a Venezuela con una hermosa muchacha
llamada Patria, quien tendrá que hacer frente al intento de violación por parte
de uno de los capataces extranjeros.
A fin de condicionar el ánimo del
lector, la violación se toca inicialmente de modo simbólico o metafórico, hasta
llegar a la descripción realista de la escena en la que Patria prefiere
inmolarse antes que ser poseída por el invasor. Se nos ha dicho con
anterioridad que las máquinas de los extranjeros están hechas para el “estupro de tierras
intactas” y que ellos mismos son “desfloradores de tierras doncellas”. Así
pues, acosada y ya sin escapatoria, Patria se inmola y produce el incendio
apocalíptico que describe el aparte final del poema cuando el extraño “.quiso
ceñirla, postrarla, borracho / de alcohol y lujuria”.
Este poema narrativo de 1926, expone a un Udón Pérez inédito y combativo, y
se convierte en la primera muestra conocida de lo que en conjunto solemos
denominar literatura del petróleo. Además, al ser su tema central la soberanía
nacional, cobra una actualidad que reivindica la obra del poeta de modo mucho
más eficiente y oportuno que la inveterada costumbre de copiar algunos de sus
versos en las señales de tránsito de Maracaibo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario