Relato aquí, en
estilo casi telegráfico, un viaje que
tuvo lugar el viernes 17 de los corrientes
Junto a una pareja
de amigos que distribuyen libros, participé en un operativo organizado por la
Armada Nacional Bolivariana en Congo Mirador, uno de los pueblos palafíticos
conocidos como pueblos de agua, en el sur del Lago de Maracaibo. Además de
libros, el operativo incluía a Mercal, el Saime y a un grupo de cristianos
pentecostales que llevaban asistencia médica. En total, unas cincuenta
personas. El transporte se hizo en una lancha aportada por PDVSA, con capacidad
para unos 150 pasajeros.
Iniciado el
recorrido, y de buenas a primeras, los motores de la embarcación pierden
potencia y, por ende, se detiene en medio del lago. El asunto no se extendió
más allá de unos quince minutos y continuamos viaje después de que se hubiesen limpiado los
filtros del combustible.
Se había anunciado
un recorrido de cuatro horas, de modo que no dejó de ser una sorpresa cuando,
superadas las cuatro horas y media de navegación, nos enteramos de que habíamos
ido más allá de nuestro destino y era, pues, necesario devolverse. Apuntemos
aquí que la lancha en cuestión está equipada con un muy vistoso GPS.
Largo y exitoso
operativo en el Congo en cuyo contexto es necesario destacar la ardua labor del
personal militar que lo coordinaba.
Humedad, calor, sed,
sudor.
Ya noche cerrada, abordamos
la lancha e iniciamos el regreso a eso de las 11 pm. Veinte minutos después la
embarcación se detuvo completamente por FALTA DE COMBUSTIBLE. Como dije: noche
cerrada, ni una sola luz encendida en la embarcación y esta a la deriva.
Transcribo el
diálogo entre el capitán de la lancha y uno de sus marineros que alcancé a oír
algunos momentos después de que la embarcación golpeara contra algo:
-
Se nos
va a complicar la vaina, el viento nos está arrastrando hacia las plataformas.
-
No le
tengo tanto miedo a las plataformas como a los circuitos eléctricos.
Se hizo contacto
para que otra embarcación fuese a remolcarnos y eso sucedió a las 4 am. Es
decir, cuatro horas y media a la deriva.
Mareos, vómitos, cansancio,
sueño y cánticos evangélicos.
El regreso incluyó
el trasbordo a otra lancha de Pdvsa que traía trabajadores petroleros de
regreso a Maracaibo. Si no habíamos tomado conciencia de la peligrosa situación
en la que habíamos estado, allí no hubo más remedio que enterarnos.
Esos trabajadores no
salían de su asombro. No podían creer que una lancha se quedara en medio del
lago por falta de combustible; que nunca se nos instruyera para que usáramos los salvavidas; que el rescate del
cual dependía la vida de más de 50 personas tardara más de cuatro horas en
llegar; y la pobre capacidad de respuesta de la
gerencia encargada de emergencias como esa.
Escuchado
literalmente: Ustedes no saben el peligro que corrieron. Suerte además que no
les tocó un mal tiempo. De haber sido así quizás no lo estarían contando. En un
mal tiempo hay quien llora, hay quien se orina y de vez en cuando tenemos una
baja.
Hablando de bajarse,
veinte horas después de lo programado, cerca de la una de la tarde, tocamos
puerto en Maracaibo.
Si alguien debe
tomar nota de todo este asunto, pues que la tome.
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