Una historia de amor orienta, como
causa eficiente, la anécdota de El Mar
que me regalas de Jorge Rodríguez de la primera a la última página. Historia
de amor que será, a un tiempo, eje simultáneo con el eje político, pues ambos
conforman una verdadera cadena de ADN que, como dos espirales paralelas e
inseparables, se mueven hacia un único horizonte.
Para protagonizar
su novela, Jorge Rodríguez ha creado dos personajes entrañables que son, al
menos en apariencia, los caracteres con menos complejidad intelectual del
relato. Sujetos de un amor que se desenvuelve en un ambiente de extraordinaria
violencia política, aparte de conformar una pareja que rompe con la normalidad del
amor y el sexo hetero. Diversidad esta, por cierto, que el narrador describe
con aceptación sin aspavientos, logrando con ello que pierda toda relevancia
moral en el desarrollo de la historia.
Rodríguez personaliza la novela
política hasta hacerla casi irreconocible, pero no hay que engañarse, El mar que me regalas es en esencia una
novela política. A lo largo de toda la obra campea el halo de lo público. La historia
contiene en abundancia elementos que suelen relacionarse con este tipo de
novela, llámese denuncia de las desigualdades sociales, corrupción, represión,
tortura, imperialismo o insurrección.
No obstante, solo hasta allí llegan las similitudes con la novela
política tal como la conocemos. Quienes
se sublevan aquí contra el status quo,
por ejemplo, están lejos de encarnar al típico personaje insurgente. Los
rebeldes de El mar que me regalas lo
son por motivaciones estrictamente personales. Este detalle le añade
complejidad a la trama y da lugar a una serie de eventos que dislocan la
estructura tradicional de la novela política.
Los acontecimientos se precipitan gracias a la actuación de un pequeño grupo
que se debate entre la ingenuidad y la inexperiencia; neófitos atrapados por un
torbellino en el que se involucran casi como si fuera un juego, solo para verse
arrastrados por la crueldad del engranaje que ponen en movimiento. Es esa
ingenuidad la que determina, de paso, el desarrollo posterior de la novela. En
el transcurso, el lector se enfrentará a circunstancias que parecieran no guardar
relación alguna con la política, aunque, contradictoriamente, todo conduce al inevitable
muro de la represión.
El carácter de novela policial que contagia a El mar que me regalas es otro detalle que aleja a este libro del
típico relato político. Lo que podría haber tomado el cauce normal de la novela
de investigación se ve, sin embargo, interrumpido por el hecho de que el
supuesto crimen no tiene, dentro del texto, una norma universalmente aceptada
que lo rija, sino que está sujeto al juicio ideológico que de él hagan los
personajes involucrados y el propio lector. Este último se verá obligado a acompasar
su lectura con los parámetros que paulatinamente se le suministran, parámetros
siempre orientados hacia y por el trasfondo político. De modo que lo ocurrido
puede, en efecto, ser un crimen, pero muy bien puede no serlo. Ambigüedad que
obliga al lector a redirigir permanentemente su recepción de la anécdota, y, en
particular, su valoración del trasfondo político que todo lo invade.
Así pues, la novela avanza de cuestionamiento en cuestionamiento. Se
cuestiona el establishment; se
cuestiona la racionalidad que, suponemos, debe gobernar el discurso de la
novela policial; y se cuestiona, en fin, la idea de normalidad asociada con el
amor heterosexual. Todo se subvierta en esta novela. Un proceso continuo de
metamorfosis socava cualquier sustento sólido capaz de identificar la lógica
que rige lo narrado. Ni siquiera el lenguaje ofrece un piso firme, pues pasa
sin transición de un tono lírico de fina poesía al relato descarnado del sexo,
como si de las mejores novelas eróticas se tratara, o a la narración casi
cinematográfica de la tortura, que no evita detalle ni se para en sutilezas
corteses con el lector.
El lenguaje da origen, además, a una fluidez narrativa que seduce al receptor
y lo sumerge en ese estado de dependencia, que todos hemos experimentado, cuando
solo es posible abandonar la lectura en la última página.
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